Introducción
Imagina esto:
Le cuentas a alguien que llevas semanas agotada, sin ganas de nada. Y te sueltan:
“Eso es flojera, lo que necesitas es ponerte las pilas”.
Lo triste es que este comentario no es raro, y probablemente tú también lo hayas escuchado o incluso pensado alguna vez.
El problema es que estos “consejos” no son inocentes: son mitos. Y los mitos no solo duelen, también retrasan que la gente busque ayuda, perpetúan el estigma y hacen que vivamos atrapados en culpa y silencio.
Hoy quiero mostrarte 5 de los mitos más comunes sobre la salud mental, y por qué seguir creyéndolos es como apagar un incendio echándole gasolina.
Mito 1: “La salud mental solo afecta a personas débiles”
Este mito es cruel porque se disfraza de lógica: “si estás mal, es porque no eres lo bastante fuerte”.
La realidad es que los trastornos mentales no discriminan: le pasan a atletas olímpicos, artistas exitosos y personas con carreras brillantes.
No es debilidad. Es biología + historia de vida + contexto.
Reducirlo todo a “falta de carácter” no solo es falso: es violento.
Golpe de realidad: juzgar a alguien por pedir ayuda es como criticar a un diabético por necesitar insulina.
Mito 2: “La depresión es solo tristeza (se pasa con el tiempo)”
La tristeza tiene un motivo y un final.
La depresión, en cambio, es como si vivieras con un peso en el pecho que no se va aunque “todo vaya bien”.
No es flojera. No es “un mal día”.
Es un trastorno que altera el sueño, la energía, la concentración y hasta el sistema inmunológico.
Esperar a que “se pase sola” es como tener neumonía y confiar en que el aire fresco cure los pulmones.
Mito 3: “Las personas con trastornos mentales son peligrosas”
Hollywood nos ha hecho un daño enorme aquí. Nos repiten que alguien con esquizofrenia o bipolaridad es impredecible, violento, peligroso.
La evidencia científica es clara: la mayoría de las personas con un trastorno mental grave tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia que de ejercerla.
El verdadero peligro no está en ellas, sino en el estigma que las aísla.
Un estigma que condena al silencio y que multiplica el sufrimiento.
Mito 4: “Ir a terapia es solo para casos graves”
Todavía mucha gente cree que la terapia es la última parada, algo a lo que se llega cuando ya “no puedes más”.
La verdad es que la terapia es una herramienta de autocuidado y de prevención.
Funciona no solo en crisis, sino también cuando quieres conocerte, mejorar tus relaciones o aprender a gestionar el estrés antes de que se convierta en un problema mayor.
Esperar a “tocar fondo” para ir a terapia es como esperar a que el coche se quede sin frenos para llevarlo al mecánico.
Mito 5: “Hablar de los problemas no sirve de nada”
¿Cuántas veces has escuchado eso de: “hablar no cambia nada, lo que hay que hacer es actuar”?
La verdad es que hablar sí cambia cosas: regula el sistema nervioso, organiza las ideas, reduce el cortisol, abre la puerta a nuevas perspectivas.
Y, sobre todo, nos conecta con otros. Si quieres profundizar sobre la importancia de las conexiones sociales, puedes leer este artículo
Hablar no resuelve todo, pero callar multiplica el peso.
Conclusión
Estos mitos no son “frases inofensivas”. Son cadenas invisibles que hacen que millones de personas pospongan pedir ayuda, que normalicen el sufrimiento y que vivan con una culpa que no les corresponde.
Si tú has creído alguno de ellos, no es tu culpa. Todos crecimos escuchándolos.
Pero sí es tu responsabilidad decidir si vas a seguir cargándolos… o si hoy los dejas caer.
Piensa cuál de estos mitos resuena más contigo.
Anótalo. Y luego escribe al lado: “Esto no es verdad. Ya no lo voy a cargar como si fuera mío”.
Tan simple como eso. Porque el primer paso para cambiar es dudar de lo que dabas por sentado.
“Si quieres empezar a soltar exigencias y darle un lugar real a tu bienestar, puedes descargar aquí mi recurso gratuito Mini Guía de Límites Emocionales.
SHORTODE
Es un primer paso concreto para dejar de decirte que ‘todo está en tu cabeza’ y empezar a cuidarte de verdad”.
